YOGA: EL EFECTO PROFUNDO DE LA ASANA
En los tratados yóguicos antiguos conocidos como los yoga – sutras, el término asana se traduce como una postura “agradable y estable” que se puede mantener por un tiempo prolongado. Esta definición nos lleva a deducir que, en la tradición india, las asanas eran concebidas únicamente en el marco de la postura meditativa “ideal”, que le permitía al practicante adentrarse en los terrenos de la mente sin las perturbaciones ocasionadas por un cuerpo rígido o afligido.
Pero el Hatha Yoga sostiene que la asana llevada a la perfección -no hablo de exigencia física sino de nivel de consciencia-, además de purificar el cuerpo, también tiene efectos profundos en la personalidad, en la energía y en la psique del practicante. Por ejemplo, cuando realizamos una asana, con movimientos sutiles y en sincronía con la respiración natural, aprendemos a vernos de una manera distinta y desde un lugar neutral, y este entrenamiento trasladado a la vida cotidiana nos permite darnos cuenta de nuestras expresiones y reacciones verbales y emocionales, nos permite refinarlas y desarrollar una relación más armónica con nosotros mismos y con nuestro entorno.
Desde el punto de vista esotérico, otro efecto sutil de la asana o postura yóguica, está contenido en los nombres que las definen en sánscrito cómo, por ejemplo, marjariasana, vajrasana, tadasana, etc., palabras que, además de evocar una imagen de la naturaleza (gato, rayo, palmera, etc.), son sonidos sagrados o mantras que, al pronunciarlos o escuchar su vibración, están haciendo resonancia en nuestro cuerpo mental y energético, y transformando aspectos más sutiles de nuestro ser.
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